La
buena salud es una condición sine qua non, aunque también puede
sostenerse que un problema de salud limitante en algún sentido
equivale a un nuevo punto de partida desde el cual la libertad es
igualmente alcanzable (y que en definitiva la salud nunca se alcanza, pues hacerlo equivaldría a la inmortalidad). Me permito dudarlo: la salud -su
necesidad o falta- nos devuelve de modo inolvidable a la biología, y con
ella a la primera y más determinante de todas las prisiones: la
muerte, que es lo real, nuestra compañera más permanente, de la que
luchamos por librarnos desde el principio de los tiempos.
Conozco
sólo una sola mujer que habla y piensa desde fuera de la biología, que no casualmente es también el argumento -la razón, difusamente presentada, y sobre
todo abstraída de su carácter de invención civilizacional- que el
oscurantismo esgrime una y otra vez en sus intentos de sofocar las
libertades de crear y amar.
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