Una
amiga algo desquiciada (cada vez más) me asegura que Madonna ocupa
una posición prominente en una secta satánica y ordenó la muerte
de Whitney (“la hizo matar”). Repite la ocurrencia tres o cuatro
veces hasta que le digo “basta, ya escuché, si lo decís en
serio hacéte ver, si lo decís en broma no vuelvas a repetirlo
porque ya está”. “Madonna es nazi”, dice después, en otra
derivación de la noche. Le contesto que la reina del pop “es
genial”.
Era obvio: nunca pasto del fuego de la pasión |
–No
para nada, será en todo caso la mejor showwoman de la tierra, pero
no es ninguna artista genial, y eso por al menos dos motivos: a) es
una mujer que nunca fue pasto de pasión alguna, porque lo suyo es la
dureza y el control, el control de todas las variables de la vida y,
de manera complementaria, b) tiene una ética darwinista. Sólo lo
mejor tiene para ella autorización a la existencia. Es el epítome de la competencia que tanto propulsan los yanquis, porque
es la que les gana a todos. No padece y no conoce la piedad: es nazi.
–A
Madonna le interesa demasiado el dinero –le digo como si eso negara
en algún sentido sus palabras, cuando es obvio que sólo las
confirma, pues para la reina del pop el dinero no debe ser otra cosa
que el correlato objetivo (la garantía) de su éxito también
moral–, y después de discutir hasta última hora de la noche sus
ideas le hago escuchar un tema de la super estrella, agregando algo
que ya pensé en otras circunstancias de mi vida–: si me dieran a
elegir una vida del siglo XX, elegiría la de Madonna. Qué vida.
Pero
ahora, transcurrida la noche, veo que tiene razón. Incluso en lo del
asesinato de Whitney, aunque más no sea como modo oblicuo de designar la
racionalidad de la industria musical que Madonna tiene en un puño y
la occisa debe soportar incluso post mortem (porque se entregó a
ella toda su vida, no importa a qué costo).
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